27 de agosto de 2014

LA SECTA DESTRUCTORA


Cualquier parecido con la realidad, no es pura coincidencia. 


Noche tras noche, los sollozos se convertían en llanto aprovechando el aumento de decibelios, cuando el camión de recogida de basura, se detenía a descargar los contenedores. Él, no comprendía cómo no le aceptaba su familia, hasta cierto punto era normal dada la época de cambio que se vivía. No la quería, la amaba con todo su ser, la veía en todo lo que a lo largo del día se le cruzaba, olía su piel por donde quiera que fuese. Pero pertenecía a una clase social media- baja. 
Sin embargo ella había nacido ya en un ambiente en el que no la faltaba nada, era espléndida en el sentido de no dar importancia al hecho de fijarse en el precio de las cosas, todo lo podía comprar. Mientras que él la invitaba a una hamburguesa con Coca Cola en un McDonald de barrio, las diez mil pesetas que se gastaba en una cena por invitar a su amigo con el cual estaba saliendo, no le suponía ningún esfuerzo.

El patrimonio de su padre, el que más se oponía a esta relación, era inmenso. Dos talleres, tres tiendas comerciales, varios inmuebles, propiedades en Euskalerria y contactos de peso financiero. Su hija no podría llegar a nada con el hijo de un obrero residente en el barrio madrileño de Carabanchel. Se querían ambos. El dinero si no se sabe administrar y utilizar corrompe, es una realidad. De una forma o de otra acaba por dominarte. En este caso, los vicios. Alcohol y drogas estaban al alcance fácil, no hacía falta robar, atracar un comercio, sustraer un coche. Todo legal, con la posibilidad de exigir calidad, pureza, daba lo mismo el importe a pagar. El amor le cegó, se creyó capaz de cambiar a su amor, al amor de su vida. Se encontraba con la suficiente dosis de fuerza para sacarla de aquella secta de placer, evasión y felicidad ficticia.


Llegó el primer hijo, el que sufrió las peores consecuencias de la secta, abandonado a su suerte, apartado en un pequeño trastero cuando la secta la llamaba, sin ser capaz de escuchar los llantos de la criatura, los terribles berrinches, las quemaduras del sol, la deshidratación, la higiene, en definitiva todos los cuidados que un ser inocente e indefenso necesita, necesitamos, al principio de nuestras vidas y al final también. La llegada del segundo hijo, engañosamente se produjo para intentar dar marcha atrás, corregir y enmendar actitudes. Creó como casi siempre el efecto contrario, la ruptura definitiva.


Antes que a ella, la secta pasó la factura definitiva a la totalidad de esa familia pudiente, de clase alta. El poder adquisitivo, las propiedades, todo lo material deseado y obtenido no pudieron con ella. La secta al final les derrotó, no sin antes destruir y aniquilar todas las pertenencias de las que eran propietarios la familia. Primero la hermana más vulnerable, la siguieron el cabeza de familia y creador del imperio, otro de sus hermanos, otro de ellos que no se sabe muy bien si ha podido sobrevivir. Al final ella también. La muerte no les vino demasiado pronto. Ellos salieron precipitadamente a buscarla y la encontraron enseguida.


El chico de clase media- baja ha subido un peldaño, ahora se le puede considerar solo de clase media. A la secta no le ha interesado atraparle, se da por satisfecha de que haya permanecido como espectador, espectador al que ha marcado de por vida. Él ha aprendido bien la enseñanza, muchas veces olvidamos la cabeza y nos dejamos llevar solo por los dictados del corazón. Tarde o temprano hay que unirlos, escuchar lo que dicen, los dos, cabeza y corazón, porque ya se sabe, el corazón tiene razones que la razón no entiende. Una historia en la que no se sabe las veces que mueres y vuelves a resucitar.  Daba igual las vidas que pudiese vivir, daba igual de que manera, pero tenía claro por aquel entonces, que siempre a su lado.

PD. Al referirme a la secta, he querido nombrar así al monstruo llamado vicio, dependencia. A ese ser sin identidad física, que es capaz no solo de matar, sino de destruir todo lo que se le cruza en su camino. Ese ser que te lleva al lado más salvaje de la existencia, a uno de tantos que existen. Aquí en esta ocasión el lado más salvaje, transformó a uno y destruyó al otro.