4 de diciembre de 2015

CARTA HOMENAJE A NEMO






Nemo fue el nombre con el que se te llamó en vida, muchos al conocerte lo asociaban con el simpático pez, otros como yo, lo relacionábamos con el famoso capitán. Llegaste a la familia un sábado, también te marchaste en sábado. Once años separan éste día del otro. Jamás podré olvidar ya aquellas conversaciones que manteníamos sin articular palabra alguna, lo primero que me enseñaste es a comprender que no hace falta tener el don de la palabra para comunicarse con todo lo que nos rodea. Me enseñaste a amar sin condición, lo aprendí de la única forma que se pueden aprender las cosas, con tú ejemplo. Sí, lo sé, a veces me enfadaba contigo por tu terquedad, detenías tu paso en seco, agachabas la cabeza en señal de comprender que me había disgustado, por algún hecho innato que te resultaba imposible evitar, pero tu mirada tímida me transmitía esa calma y bondad que me facilitaba el auto control de mis emociones. Era muy difícil no quererte, tratabas a todos y todo por igual, para ti no había razas ni colores, disfrutabas el instante, el ahora.

En este último año de vida en común, desnudaste por completo el verdadero significado de la palabra paciencia, recibiste en casa a un nuevo miembro de tan solo dos meses de edad, distinto a ti, tanto en raza como en sexo. Mi preocupación era la probable no adaptación entre vosotros dos, no solo te adaptaste a ella, la aceptaste y hasta compartiste ese espacio que hasta el momento solamente había sido tuyo. Ahora tengo que confesarte que algunos pensamientos que tuve no te hacían justicia, es por lo que quiero pedirte perdón, pues hubiese bastado con un solo mordisco tuyo para haber acabado para siempre con Selina, nuestra gata, que no deja de mirar aún hoy la puerta de la calle, dando vueltas al lugar donde solíais dormir juntos, comer, beber y jugar entre vosotros.

Consciente soy de estar cometiendo un error, el error de llorarte todavía, pues a ti no te agrada mi aflicción. Dos veces han sido desde que te has ido que nuestro vecino Golfo al olfatearme en la distancia, ha vuelto a ladrar compulsivamente como cuando a ti te sentía junto a mi. La primera vez y al ser tan reciente tu marcha, pensé que eran mis ropas, mi olor, la segunda  he pensado que todavía me acompañas, aunque yo no pueda verte, Golfo posiblemente aún te presiente.

Todavía no me he adaptado a mi nueva vida, ahora madrugo menos, los paseos diarios que nos dábamos antes de que despertase el día, así como los nocturnos (donde encontraba la calma necesaria para equilibrar mi ego y así dormir como tú lo hacías siempre: a pierna suelta) están en stand by. Una de las causas que me están produciendo el actual estado de tristeza y confusión es lograr la certeza de que esa tenue señal que has podido enviarme, se termine de materializar en mi interior.Tengo muy presente el hecho de que a los pocos días de tu partida, enredando por la red, descubrí el mensaje privado de una persona que al tiempo que me manifestaba sus condolencias, me daba a conocer el nacimiento dos días después de tu marcha, de una camada de labrador retriever, tu raza, a muy pocos kilómetros del lugar en donde naciste, en la sierra madrileña. No obstante nadie podrá ya sustituirte. Para ir poniendo fin a esta carta decirte que podría estar escribiendo folios y folios, pero esta es una de esas ocasiones a las que al sentimiento es imposible ponerle palabras.

Habitual es ensalzar al que se va y destacar sus cualidades, ni a mi me hace falta reconocerlo ahora ni a todos aquellos que te conocieron. El corazón de todos los seres habla, ¡cuanta fortuna el escucharlo a veces!. No te voy a desear que descanses en paz, seguro estoy de ello, viviste en paz, transmitiste paz y bondad, y hasta para marcharte fuiste bondadoso. Esto fuiste para mí y serás. Hasta pronto Nemo, hasta siempre amigo.






2 comentarios:

  1. Qué bonito Alfredo. Los sentimientos que experimentamos con estos ángeles son indescriptibles por mucho que queramos trasmitirlos, aunque, como bien dices, tampoco hace falta: ya lo sabéis él y tú. Porque no hay nada tan íntimo como los sentimientos que con ellos compartimos, porque son silenciosos, porque tan solo con la mirada se trasmiten. Siempre será tu perro. Siempre estará contigo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Pilar, no me quedan palabras. Compartir sentimientos, es el mejor analgésico y como bien dices, el silencio también habla, al igual que la oscuridad está llena de luz, aunque no la veamos. ¡Gracias!

      Eliminar