3 de febrero de 2015

COMPETIR

                                                             

A veces pienso, si uno de los graves errores del ser humano será la constante competencia entre nosotros mismos. Cuando de vez en cuando me lo planteo, me gusta formarme y creerme la idea en no competir, aunque soy consciente después, del engaño sobre mi mismo.
El no ser competidor supone el no ganar ni perder, pero también el no aprender. Si pierdo, estoy adquiriendo experiencia al tiempo que sabiduría, si gano, puede , insisto en el puede, servir de experiencia al otro.

Algo saco en limpio de todo esto. Si se compite contra uno mismo con el afán de aprender, de evolucionar, la empresa es rentable. No hay peor miseria que el competir con el propósito de la humillación al rival, aunque aquí entran ya otros factores que todos conocemos. De ahí los llamados trepas, los que son capaces de vender a su propia madre y la venden.

Una de las ventajas de ir sumando años de existencia en este plano físico, es constatar la teoría de que nada es casual, todo está interconectado y aunque no queramos reconocerlo no somos absolutamente nada. 

Por esto, seguiré compitiendo, el destino siempre te indica con quién, ganando o perdiendo siempre conforme, pues como la vida misma, unas veces ésta te da, otras te quita. ¿El secreto? no hundirse cuando te quita, recordar cuando te da.

Búscame para competir a favor de, no en contra de. Me encontrarás. 

Esta cita no es mía bueno casi, me explico: Algunos conoceréis bien la figura de Teresa de Calcuta, al margen de toda su trayectoria en la vida el gesto y la frase que más me impactó de ella es cuando  dijo: "No me inviten a una marcha en contra de la guerra, invítenme a una marcha a favor de la paz y seré la primera en asistir".

Quiero llegar con todo este galimatías que yo solo me estoy formando, a una conclusión que sé que existe y la tengo clara, no así el poder expresarla con letras fáciles traducidas desde mi pensamiento.

Lo voy a intentar. Competir no obliga a vencer, no va unido a derrotar. Puedes preguntarme entonces ¿de qué sirve hacerlo?. Sirve para  crecer, para fortalecerse y sobre todo para aprender.
Competir es el impulso interior que nos recuerda que nuestro corazón late. Si lo asimilamos bien, cuando lo pongamos en práctica no habrá nunca nadie que nos reproche, que no sabemos ganar, que no sabemos perder. Seremos conscientes plenamente.